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Cracovia, entre el cielo y el infierno - Escéptico Observador - Blog de Relatos de Viajes y Fotografía

Cracovia, entre el cielo y el infierno

Me esperaban alrededor de tres horas y media de viaje en una Sprinter de lujo que incluso tenía internet, pero el casi choque que hubo a la salida de Bilgoraj preludió un viaje que no sería del todo feliz. Desde el vamos el servicio "de lujo" tenía tantas paradas como cualquiera de los autobuses, lo cual hacía que el trayecto se haga bastante pesado, sumado a esto las paradas en estaciones de servicio para el debido recambio de aguas. Pero lo peor del viaje estaba por venir. Primero el chofer decidió detenerse en un parador en medio del bosque, nos dió 20 minutos de descanso y él se fué a pedir un plato de comida lo más campante, mientras la gente esperaba ansiosa por apurar el paso para llegar a destino. 

Una vez reiniciado el trayecto, el viaje tardó sólo diez minutos en volver a interrumpirse, ya que la mecánica alemana falló dejándonos tirados al costado de la ruta, con el sol ya escondiéndose y el frío haciéndose sentir. Tras una hora de espera, otra camioneta llegó a nuestro socorro pero ilógicamente remolcó a la averiada hasta una estación de servicio para recién ahí continuar a toda velocidad. 

En lugar de llegar a las 20, terminé llegando a las 22, entrada la noche a una ciudad de la cual no tenía referencias y en una terminal ferro automotor con 3 niveles: ferrocarril en el superior, autobuses en el medio y tram en el subterráneo, recién estrenada. Una de las tantas grandes obras que se acababa de estrenar en esta fascinante Cracovia.

La casualidad, o mi sentido de orientación, hicieron que consiguiera encontrar el tranvía en la dirección adecuada, debido a que la ciudad esta en obras, las rutas sufren desvíos y el tram me dejó en otro lado. Esta vez definitivamente fue obra de la casualidad que me permitió descender en el lugar justo, y caminar solo 4 calles hasta encontrar mi alojamiento, donde una ducha me recibió y la cama me permitió seguir dándo a mi organismo la cuota de descanso merecida tras la cogorza de la noche anterior.

Cracovia está repleta de historia, cultura y terror. Es considerada por muchos la capital de Polonia, y alguna vez fué oficialmente. Siempre conformó el centro cultural por excelencia de este país que tiempo atrás junto con Lituania fué un imperio, el cual a falta de descendientes, junto al aporte de la avaricia, extorsiones y voracidad de la nobleza sucumbió ante los dos gigantes que lo rodeaban, como Alemania y Rusia, historia que se repitió en el siglo XX.

El casco histórico está rodeado de lo que alguna vez fué una muralla hasta que a algún iluminado se le ocurrió demoler. A orillas del Vístula, tiene su castillo y sus leyendas medievales, como la del Dragón de Wawel, y desde luego, su historia reciente esta vinculada a la de toda Polonia, siendo centro de peleas de poder, y de revoluciones, invasiones y liberaciones.

La ciudad fue centro económico, cultural y científico durante todos los períodos de la historia Polaca, de ella proviene entre otras tantas personalidades,  Juan Pablo II y en su Universidad Jaguelónica estudió, entre otros, Coopérnico. En el siglo XX disfrutó de apogeo en el surgimiento de la Segunda República Polaca, que vió su fin con la invasión Nazi a Polonia en 1939, hechos que se reproducen muy gráficamente en el museo que existe en los vestigios de la Fábrica Emalia de Schindler, donde se pone en contexto todo el proceso que vivió la ciudad previo, durante y post invasión Nazi, que luego quedó bajo el yugo soviético a merced de los designios de Moscú.


Hay tanto para decir de este maravilloso lugar que ocuparía hojas enteras para redactarlo, y creo que hay material bibliográfico y fílmico de sobra para entretenerse. Solo cabe aclarar, como se aprende en el museo de la Fábrica de Schindler, que no todo lo que se cuenta en las películas es exactamente correcto, pero sirve para darse una buena idea de lo sucedido.

En mi primer día de estadía el sol brilló, y paradógicamente pasé largas horas en el museo. Por la tarde recorrí lo más que pude el casco histórico, para sambullirme en la Plaza del Mercado (Rynek Główny) y deslumbrarme con el incansante ir y venir de la gente, los carruajes y la trompeta de la Basílica de Santa María que cada hora toca su melodía entrecortada melodía a los 4 vientos.

El clima en pleno verano resultó bastante más hostil del que me había tocado en los anteriores destinos. Durante mi segundo y tercer día la lluvia se hizo presente casi de forma permanente con una temperatura media de 10 grados, cuando en Buenos Aires para esa época, estaba haciendo en invierno, ilógicamente 28 grados. Tuve que amenizar semejante refrescada con prenda arriba de prenda, que junto a un paraguas a medio romper que me prestaron en la recepción, pero me permitió llevar adelante la visita a una de las más horrorosas fábricas de muerte que haya existido.

Hablar de Auschwitz-Birkenau, merece la pena sólo por el hecho de recordar lo que el humano es capaz de hacer, para aprender de la historia y no dejar que se repita, aunque parece que hay muchos empeñados en reciclarla.

El asentamiento en este lugar surge cuando los alemanes se encontraron barracas de un regimiento polaco abandonadas lo que les resultó perfecto para dar el puntapié inicial y retener presos de todos los rincones de Cracovia en un comienzo, y luego de todos los rincones de Europa, al punto de abastecer el centro con sistemas logísticos ferroviarios exclusivos y extender el campo a pueblos vecinos, los cuales fueron desalojados para crear barracas que se pierden en el horizonte.

Lo que aquí sucedía nos hacemos una idea, pero el relato de la sistematización y magnitud da escalofríos al circular por las diferentes salas preparadas especialmente para ayudar al visitante a dimensionar la aberración.

La evidencia del horror yace a unos 35kms de la ciudad, pero dentro de Cracovia también se crearon ghetos y barrios para excluidos y esclavos, incluso se crearon ghetos dentro de ghetos y se masacró dentro de ellos para hacer lugar. Evidencias de bestialidades que se repiten a lo largo y ancho de este continente.

Tras la liberación, los soviéticos se adueñaron de la ciudad, y también hicieron de las suyas, decidiendo convertir esta capital cultural en un centro industrializado para que el proletariado pudiera vivir a modo comunista, trayendo familias de otras regiones rusas para implantar el sistema, creando ciudades modelo como Nowa Huta e industrias que contaminaron el ambiente con daños irreparables.

Hoy Polonia forma parte de Unión Europea y goza de su "independencia" lo cual le da la posibilidad de por ejemplo contar con obras de infraestructura gigantes, como la mencionada nueva estación ferroviaria, y un aeropuerto que esta en vías de cuadruplicar su capacidad, pero sufre la emigración masiva de jóvenes que buscan mejorar el destino en sus vecinos Alemania y Austria por ejemplo.

Compensaba la crudeza de estar en contacto con la parte dura de la historia reciente de esta ciudad, permaneciendo por las tardes hasta que cayera el sol en Rynek Główny y alimentándome con algunas delicatessen como los infaltables Pierogi que se servían en un mercadillo al aire libre, bocadillos de pan de centeno y desde luego, cerveza, aunque por el fresco que hacía tal vez el café sentaba mejor.


También tomé mi tiempo en enviar una postal desde el destacamento del correo ubicado estratégicamente en el medio de la plaza a disposición de los 8 millones de turistas que visitan este liugar al año. Lamentablemente no tengo registro que hayan llegado a manos de sus destinatarios. Muchas gracias Correo Argentino por no entregar ninguna de las postales que envié a lo largo de Orígenes.

El sol volvió a calentar la ciudad el día de mi partida. Al mediodía  emprendí mi retirada, recorriendo los pasos inversos que en mi accidentado arribo. El mismo tranvía en sentido inverso, y esta vez un autobús de línea (ya que el tren esta interrumpido por las obras de ampliación del aeropuerto) que luego de 45 minutos circulando por los pueblitos de alrededor, finalizó su recorrido en medio de un obrador gigante donde aún funcionaba el aeropuerto en su pequeño edifico original.

Café y obwarzanek decoraron la espera, y fueron el preludio de la despedida, esta vez rumbo a tierras conocidas.




Un vídeo muy bueno que refleja un poco esta dualidad polaca:



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